Alan, un jubilado británico de 74 años, se trasladó a España con la ilusión de disfrutar de su retiro bajo el sol mediterráneo. Sin embargo, su sueño se ha visto empañado por una realidad económica más dura de lo esperado. Actualmente, recibe una pensión mensual de apenas 687 euros, una cantidad insuficiente para cubrir sus gastos básicos. Para llegar a fin de mes, se ha visto obligado a trabajar limpiando casas y cuidando perros, actividades que realiza a pesar de su avanzada edad.
El hombre, originario del Reino Unido, explica que su pensión británica no ha sido actualizada en años debido a las normativas de congelación de pensiones para residentes en el extranjero, una política que afecta a muchos expatriados. Aunque inicialmente pensó que su ahorros y su pensión serían suficientes, la inflación y el aumento del coste de vida en España han complicado su situación. Además, el Brexit ha añadido dificultades burocráticas y financieras, reduciendo aún más su poder adquisitivo.
Alan relata que, a pesar de las dificultades, no quiere regresar al Reino Unido, ya que considera España su hogar y valora la calidad de vida y el clima. No obstante, su caso refleja un problema creciente entre los pensionistas extranjeros que eligen España para retirarse pero enfrentan desafíos económicos. Organizaciones y grupos de expatriados han pedido revisar las políticas de pensiones y mejorar las condiciones para quienes dependen de ingresos fijos en un contexto de precios en alza.